
Fibromialgia

¿Qué es la fibromialgia?
La fibromialgia es un trastorno crónico caracterizado por dolor musculoesquelético generalizado, acompañado con frecuencia de fatiga, trastornos del sueño, problemas cognitivos y síntomas emocionales. La causa exacta aún no se comprende del todo, pero se cree que involucra una alteración en la forma en que el sistema nervioso central procesa las señales del dolor.
Según la Clínica Mayo (2024), se considera una condición de sensibilización central, lo que significa que hay un aumento en la percepción del dolor debido a alteraciones en el sistema nervioso.
Signos y síntomas comunes
La fibromialgia se manifiesta a través de una amplia variedad de síntomas, que pueden fluctuar en intensidad. Entre los más frecuentes están:
Dolor generalizado en músculos y articulaciones, por más de tres meses.
Fatiga persistente, incluso después de dormir.
Trastornos del sueño (sueño no reparador, insomnio).
Dificultades cognitivas (problemas de memoria y concentración).
Dolores de cabeza, migrañas.
Síntomas digestivos como colon irritable.
Hipersensibilidad al frío, calor, ruidos y olores.
Ansiedad o depresión.

Métodos diagnósticos
El diagnóstico de la fibromialgia es clínico, ya que no existen pruebas específicas para detectarla. Se basa en la evaluación de los síntomas y en la exclusión de otras condiciones. Para ello se utilizan criterios establecidos por el American College of Rheumatology (ACR), que incluyen:
- Dolor generalizado en al menos 4 de 5 regiones corporales.
- Persistencia de los síntomas durante al menos tres meses.
Evaluación del índice de dolor generalizado (WPI) y escala de severidad de síntomas (SSS).
¿Quién puede diagnosticarla?
La fibromialgia puede ser diagnosticada por reumatólogos, médicos internistas, y en algunos casos por médicos generales con experiencia en enfermedades crónicas del dolor. También pueden colaborar en el diagnóstico neurólogos y psiquiatras, dependiendo de los síntomas predominantes.
Tratamiento
El tratamiento de la fibromialgia debe ser multidisciplinario, con un enfoque en mejorar la calidad de vida del paciente. No existe cura definitiva, pero sí múltiples estrategias para reducir los síntomas:
1. Medicación (según indicación médica) para manejo de dolor, psicotrópicas y otros según cada caso.
2. Intervenciones no farmacológicas:
Ejercicio físico adaptado y progresivo (caminar, nadar, yoga).
Terapias psicológicas (como la terapia cognitivo-conductual).
Técnicas de manejo del estrés (respiración, meditación, mindfulness).
Educación del paciente sobre su condición.
3. Terapias complementarias:
Acupuntura.
Masajes terapéuticos.
Fisioterapia o kinesiología especializada en dolor crónico.
Rehabilitación neuromuscular.